miércoles, 11 de julio de 2018

16 JUNIO. ESTRELLA SIMÓN VELA

Ni se me había pasado por la cabeza hacer carrera alguna este año. Y mucho menos de montaña.
Ni me siento preparada, ni me apetece.

Y cuando digo que no se me había pasado por la cabeza, quiero decir que incluso retiraba (y retiro) la vista cuando veo alguna carrera anunciada en facebook, o instagram, y hago oídos sordos cuando me encuentro en medio de una conversación sobre este tema, no vaya ser que me entren ganas...

Y es que llevo ya tiempo huyendo de las competiciones. No me gusta lo que siento, no me gusta la presión que me suponen, no me gusta la sensación del día antes, sensación del "día del examen" de la prueba a superar...

Además, hay tal masificación en carreras de montaña, que me da la sensación de que se ha perdido un poco la esencia la montaña en sí misma.

Me enseñaron que a la montaña hay que ir sin prisa, que hay que disfrutarla, que hay que respetarla y hacerte respetar, y resulta que ahora, algunas veces, me doy cuenta de que he estado tan ensimismada pensando en tiempos y posiciones tontas que he pasado por ella de forma inconsciente.

Pero bueno, reflexiones a parte, un día, en una conversación cualquiera, me empezaron a "meter los perros en danza" con un proyecto que no es una carrera en sí (ahí estuvo el cebo), pero que en realidad, sí es competición.

Se trata de realizar una ruta-reto marcado por la organización. El primer paso es descargarte el track, luego completar el recorrido y por último enviar a los responsables tu propio track para elaborar la clasificación.

La idea me pareció genial. Pero de verdad. Un ideón.
Había dos recorridos a elegir: uno de 25 km y otro de 45 km.

Ya no podía pensar en otra cosa. Días y días preguntándome si sería capaz de acabarla. Sólo eso... Es evidente que entrenada no estoy, pero quizás....
Estoy hablando, por supuesto, de hacer la de 45 km (que no son lo malo los km, si no el desnivel que hay que salvar: más de 6000 acumulados...) Y es que... vaya locurón ¡¡BAJAR Y VOLVER A SUBIR 5 VECES A LA PEÑA DE FRANCIA!!
Chifladura y seducción a partes iguales.

Como el reto tenía unas fechas establecidas, y estaban a punto de cumplirse, no hubo tiempo de hacer muchos entrenamientos más. Tal y como estaba, allí me planté.
7.00 de la mañana del sábado 16 de junio de 2018. Bajamos del coche ya vestidos. No hay tiempo que perder, pues sabemos que en cuanto salga el sol, el calor nos va a fastidiar. Son los primeros días de verano y la experiencia nos dice que aún no estamos acostumbrados a altas temperaturas y vamos a sufrir.

Dividida la carrera en 5 partes, coincidiendo con las 5 bajadas/subidas, decidimos empezar por la más dura para evitar hacerla con mucho calor.


Desde la Peña de Francia pasando por  "El paso de los lobos" y de ahí una pequeña subida hasta "la mesa del francés". Después hay una parte de pedrera,


que, como siempre, a mí se me atraganta un poco, pero es pronto y aún no estamos cansados, así que poquito a poco, llegamos a la segunda parte, que son dos cortafuegos casi seguidos. Son unos 700 metros de bajada que ya te ponen a tono. Sobre todo porque nada más llegar abajo, sin más, la cosa consiste en darte la  vuelta y volver a subir... (sensación un poco extraña)


La subida se me da mejor (siempre), y aún podemos correr un poquito en el pequeño trozo en el que la ruta llanea.


Sin embargo yo ya me doy cuenta de que se nos ha ido mucho tiempo en este primer tramo.
Bueno, no nos alarmemos. Queda mucho.

De nuevo en la Peña, abrimos el maletero donde tenemos preparado un buen avituallamiento  con las cosas que nos gustan. Fruta, sandwiches, frutos secos....


Comemos y bebemos algo mientras decidimos iniciar ahora el tramo que se dirige al Noroeste: hacia El Cabaco.

Por lo que sea, esta vertiente se nos hace pesadísima. Ya ha empezado el calor y encima el camino no nos alienta tanto como el anterior, mucho más monótono. Yo empiezo a dudar. Ni siquiera hemos llegado a la mitad del reto y ya estoy muy cansada. ¡Joder! y es que es subir 5 veces ¡¡¡¡al mismo sitio!!!! Esto es mejor no pensarlo, porque de verdad que te sientes un poco como un hamster dando vueltas y vueltas en su rueda.

Hacemos toda la subida sin decir ni una palabra. Malo.


Yo no quise verbalizarlo, porque las cosas que se dicen, en parte, se hacen reales. Pero me costó. Varias veces me tuve que morder la lengua.
Viendo ahora los datos del gps veo que tardamos 1 hora 50 minutos en esta segunda parte. Me parecieron 6...

Curiosidades de la vida, al llegar de nuevo al coche y sentarnos a descansar (la primera vez ni me senté), comer, beber...  hacen que de repente las ganas y las fuerzas reaparezcan.
Ahora vuelvo a tener fe. 
Mucho más parlanchines, atacamos ahora la vertiente Norte: hacia El Maíllo. Sabemos que esta bajada, cuando menos, es corrible y yo creo que eso también nos anima un poco. También hace menos calor, hay parte que discurre por la sombra y  sopla un vientecillo (divino) que nos da la vida.



Tardamos algo menos de dos horas en esta ¡¡TERCERA YA!! parte.
Empiezo a creermelo.
Ahora sí, hemos superado  el ecuador de la prueba. Psicológicamente es fundamental para mí.
Además, las dos partes que nos quedan son: la más corta y la más vistosa. Yo habría hecho primero la de las "zetas", que me gusta mucho. Será porque va hacia el Oeste, hacia mi pueblo, hacia mi origen, pero Andrés opina que es mejor hacer primero la más corta, la que baja rumbo Este hacia El Casarito.

Por supuesto, le hago caso. Le llamo "mi baliza". Va vestido de amarillo y blanco y todo el tiempo delante de mí. Sólo tengo que subir la mirada, localizarle e ir hacia donde está él. Una sola baliza móvil que me marca el camino. Soy todo agradecimiento.


Tras encontrarnos con otro corredor que nos cruzamos al principio de la mañana, pero que tras varios problemillas ha decidido abandonar, y charlar con él un ratito, pasamos de nuevo por el coche.

Cambio los calcetines porque me están saliendo rozaduras, pero no es buena idea. Luego me daré cuenta de que, lejos de mejorar, empeoré la situación.

Cargamos más agua (menos mal que el corredor retirado nos confirma que hay agua en la fuente que baja por las zetas, porque ya nos hemos terminado los 6 litros que traíamos en total) y nos lanzamos, como digo, a por la cuarta parte: El Casarito.

Como suele suceder, no por ser la parte más corta es la que más corta se me hace. Al contrario. Moralmente me hunde tener que volver a pasar otra vez por el cruce que divide el camino del Noroeste y el del Este. 
Otra vez calor, otra vez parece que las zapatillas pesan una tonelada....
Pero en la cabeza ya está el final cerca. 
Tardamos un poco menos de dos horas en  bajar y subir de nuevo. Muy duro el último km. Menos mal que ya es la última vez que vamos a pasar por él...

A estas alturas, empiezo a creermelo mucho. Ya sólo quedan las "zetas". Mis amigas.
Eso sí, las fuerzas ya son inexistentes. Creo recordar que no puede trotar ni bajando. Pero el ánimo es bueno. El ritmo es lento pero hay alegría en el ambiente.
Paramos en la fuente a recargar los kamelback y cuento 28 zetas hasta el punto de retorno.
A la vuelta pierdo la cuenta y me salen cuarenta y pico ¿?.


Ya sólo queda afrontar de nuevo el terrible paso de los lobos y, por fin, ¡POR FIN!, y apretando mucho los dientes, corriendo los últimos metros, (¡que no se diga, coño!) quinta llegada del día a la legendaria PEÑA DE FRANCIA.
Más o menos 1:50 h. 



Sí, he acabado, pero con una paliza maja.
Conclusiones:
  • NO ESTOY YO PA ESTOS TROTES.
  • MOMENTOS DE "SI LO SÉ NO VENGO" SOBRE TODO EN EL SEGUNDO TRAMO.
  • TENER UNA BALIZA MÓVIL ES UN TRIUNFAZO.
  • TRAMO QUE MÁS ME HA GUSTADO: Mesa del francés. Por desconocida, seguramente.
  • TRAMO QUE MENOS ME HA GUSTADO: Casarito, por conocida, seguramente.
  • HAY QUE ENTRENAR




viernes, 1 de junio de 2018

26 MAYO. PEÑA NEGRA

Hay días en que da más pereza que otros arrancar. Hoy fue uno de los primeros. Tanto es así que al llegar a Béjar, acordamos tomar un café. Un café de esos que yo llamo "peligrosos". Son cafés de hacerse los remolones. No hay ganas.

Menos mal que tras encontrarnos con unos conocidos, fuimos conscientes de la bobada que sería haber madrugado, prepararnos e ir hasta allí sólo para tomar un café.

Así que finalmente nos pusimos en marcha. Salimos hacia El Castañar y Llano Alto, que ya te pone un poquito a tono. Al tomar la pista que sube a Peña negra Andrés se adelantaba y luego volvía a mi encuentro. Es lo que llamamos "hacer el perrucho".

Una vez alcanzamos la parte más alta, seguimos la ruta de la Vetona y bajamos por un pinar al encuentro de otra pista que, a la postre, nos pondría en el embalse.




Desde allí, el regreso al albergue de Llano Alto es muy cómodo, así que aprovechamos para correr a gusto.

Andrés se quedó con ganas de hacer algún km más, pero para mí ya era suficiente. Última bajada hasta el coche de nuevo, y, por supuesto, cervecita recuperadora en "El Castañar".

A ver cómo sigue esto....

martes, 22 de mayo de 2018

20 MAYO. CROSS TRESVALLES (AMPLIADO)



El finde ha sido tranquilo. Me tocó trabajar el sábado y eso ya condiciona todo el fin de semana.  
Tras una comida familiar y el consiguiente trote vespertino para intentar compensar el exceso, por la noche decidí quedarme en casa e intentar estar lo más descansada posible el domingo… o al menos libre de la tan molesta resaca.
El domingo volvemos a ponernos las zapatillas, las de correr por la montaña, que molan, y nos vamos a hacer una de las “clásicas”: subida a la Peña de Francia, bajada por las zetas hacia Monsagro y subida por Cortafuegos hasta los “Tres pinos” y vuelta al punto de partida.

La idea estaba clara… lo que no estaba tan claro era el cielo, que se ponía negro por momentos e incluso algún rugido también nos regaló mientras subíamos…
La predicción era de tormentas en toda España, pero el que quiere entrenar, tiene que arriesgarse… y la que no tiene que entrenar, pero le apetece, pues también.
Total, que sobre las 11.00 de la mañana nos pusimos en marcha. Salimos desde La Alberca, sin querer hablar de la que teníamos encima, porque a veces es mejor no sacar el tema, no sea que alguien tenga un poco de sentido común y se le ocurra sugerir un aborto de la misión…. Es decir, mejor lo pensamos, pero no lo decimos…

Una vez alcanzada la Peña de Francia, previo paso por la iglesia, por supuesto, comenzamos la bajada hacia el Paso de los Lobos, donde en mi cabeza estaba el punto clave para seguir o tirar directamente hacia los Tres Pinos y bajar por la pista hasta el coche.

Como la casualidad quiso que justo en ese momento el cielo estuviera dando una tregua, seguimos los dos la ruta marcada, como digo, sin querer sacar el tema de la meteorología. Como ves, sacar el tema del tiempo no siempre es un recurso válido.
La bajada, como siempre, preciosa, al igual que la zona que va junto al río. Salvo una tala de pinos que no recordaba de la última vez y que desde luego afea mucho el recorrido. Es justo al lado del puente desde el que comienza la pista que sube sin piedad hasta que alcanzar el cortafuegos, que casi hasta se agradece con tal de dejar la horrible parte de pista interminable.

Mientras subíamos por el cortafuegos cayeron unas gotas, pero ya casi estábamos arriba, así que ya podíamos empezar a hablar del tiempo y de la suerte que, en el fondo, habíamos tenido.
 

La pequeña senda que une la parte alta del cortafuegos con el inicio de la última pista, es, junto con la parte que discurre junto al río, la que más me gusta de esta ruta.
Y además, la última parte, aunque larga, es muy rápida, así que siempre tengo la impresión de llegar al coche antes de lo esperado.
 
Una vez en el coche, nos cambiamos rápidamente y nos fuimos a recuperarnos un poco con una cervecita en el bar de confianza. Las buenas costumbres no hay que perderlas nunca.
 

12-13 MAYO. CASILLAS




Como Andrés está preparando los 70 km del Ultra de  Casillas que será el próximo 3 de junio, el sábado día 12, después de una sesión familiar de vermú, partimos hacia allí con la intención de hacer noche en la furgo y madrugar para recorrer  parte del track de la carrera. Como yo aún  estoy en periodo  de reeducación, y mi musculatura no está muy acostumbrada a correr por terreno  irregular, había que ser prudentes, así que decidimos hacer la versión cross de la carrera. Son unos 25 km que comparten recorrido con el ultra, así que así al menos Andrés se podía hacer una idea de lo que le espera el día de la carrera.


Despertamos pronto, tanto que  aún no estaba abierto el bar, así que desayunamos algo en la furgo, y en lo que nos preparábamos para salir y demás, cuando nos pusimos en marcha ya pudimos tomar un café rápido. Como siempre, el inicio duro: Subida “a dolor” por las calles del pueblo que poco a poco te van sacando hacia caminos entre parcelas y huertos particulares, para, un poco más adelante, comenzar la subida por pista y senda hacia el “collado de las vacas”, primer punto de referencia que alcanzamos con relativa facilidad.

Desde aquí, por una amplia pista que, pese a lo que parecía al principio es bastante “corrible” (es un decir)  se llega “El Berrueco”. El desnivel es bastante, pero, como digo, la subida se hace sin grandes problemas ni grandes sofocos.


Ya hemos alcanzado la parte más alta del recorrido, ahora comienza un sube-baja de lo más entretenido, para llegar al “Puerto de Casillas” casi sin darte cuenta.
Aquí es donde los corredores del ultra tendrán la “bolsa de vida”, y donde, si Dios quiere, esperaré junto con la familia a Andrés para darle una recuperadora croqueta de Paquita.

El paraje es chulo y se puede llegar en coche, así que yo creo que será un buen sitio para llevar un balón, una nevera con cervezas y esperar a que pase.
Después de inspeccionar un poco el sitio, seguimos nuestra ruta, que empieza con otra gran subida hacia “La Virgen del Mirlo”, donde se inicia ya la bajada. Bastante incómoda, por cierto, y que te pone prácticamente a los pies de Casillas.

Esta es la peor parte, porque prácticamente ves la “meta” y, con la miel en los labios,  el recorrido hace un par de bucles que alejan de nuevo del pueblo para dar un rodeo y volver al mismo punto. Psicológicamente esto agota a cualquiera… Aunque, todo hay que decirlo, los bucles pasan por zonas de bosque muy bonitas.

Una vez que hubimos despotricado un poco de estas vueltas, terminamos el recorrido, que baja como última “gracieta” por una zanja que supongo que se ha producido como consecuencia de la erosión del agua bajando de la montaña. Muy  incómoda y absoultamente incorrible para mí.

Pero ya estamos en Casillas de nuevo, y por tanto, hemos completado el recorrido. Hemos echado la mañana y estamos cansados pero contentos.
Como no puede ser de otra forma, la ruta acaba en el bar.

La semana siguiente tuve unas agujetas que me duraron hasta el jueves, pero en realidad eso significa que estoy haciendo lo que me gusta, así que ya se sabes: "sarna con gusto, no pica".


jueves, 10 de mayo de 2018

04 Y 05 DE MAYO. COLGANDO ESQUÍS... DESMPOLVANDO ZAPATILLAS

El viernes, tras salir del trabajo, y sin muchas prisas, puesto que ahora ya hay horas de luz suficientes como para tomárselo con calma, nos fuimos a hacer lo que preveo la última subida (y bajada) de la temporada de esquí. A la Covatilla, por supuesto.

Desde luego, no nos podemos quejar de la cantidad (y calidad) de días esquiados esta temporada. Andrés dice que le salen más de 40... a mí alguno menos, pero aún así, lo impensable...

El caso es que yo, igual que últimamente, estaba un poco flojeras, así que sólo hicimos una subida a pista cerrada. Es un gustazo.
Poder seguir haciendo esquí de travesía en el mes de mayo y viviendo en Salamanca parece algo más cercano a un sueño que a la realidad, pero... cosas del cambio climático, supongo...

El caso es que lo pasamos bien, y la bajada tampoco estuvo mal.
Como digo y salvo sorpresa de última hora, creo que fue el último día de esquí.


En el aparcamiento, tan sólo nuestra furgo y la autocaravana de un conocido. ¿Dónde quedaron aquellos días de aparcamientos llenos y gente por todas partes?.

Paramos en Béjar, porque queríamos comprar un regalín:

Y pusimos rumbo a Hervás. La intención era tomar unas cañas y cenar por ahí. Hervás y su ambientillo nunca defraudan.

A la mañana siguiente, madrugando más de lo habitual, desayunamos en la furgo y nos pusimos las zapatillas para dar un trote siguiendo el track de la carrera  (que tantas veces hemos utilizado ya) para estar a la hora de comer en Salamanca.
Llegamos hasta la espectacular cascada "El chorrito" ya con un calor considerable.


Parece mentira que ayer estuviéramos helados de frío en la Covatilla.

Tuvimos que acortar un poco el recorrido porque, aun madrugando, se nos hacía tarde.
Al final, nos salieron 15 km justos. Poco para quien se esté preparando un ultra, pero suficiente para quien no.
Unas buenas agujetas me acompañaron dos o tres días. Resultado de mi bajo estado de forma, por supuesto.

Seguimos hacia adelante...

lunes, 7 de mayo de 2018

NO-PUENTE DE 1 DE MAYO

Tras un fin de semana de Conciertos (Vetusta Morla), carreras matutinas, ratos de rodillo y alguna que otra sesión intensiva de café torero, el martes, 1 de mayo, fiesta del trabajador, madrugamos para encontrarnos, por sorpresa, con una de las mejores nieves de toda la temporada.


Como ha seguido nevando, pese a estar ya en plena primavera, las pendientes que tiene cara Norte de la Covatilla se presentaban espectaculares.


Habrá que aguantar el tirón y echarse a la calle mientras se pueda...


viernes, 4 de mayo de 2018

21-22 ABRIL. GREDOS.

Cambio de planes de  última hora.
Sábado mañana, desayunando:
- Uf, un poco de resaca... ¿pereza el viaje ahora hasta San Isidro, no?
- Y además no dan demasiado bueno...
- ¿Y si nos quedamos por Gredos? total, en poco más de una hora estamos allí... Podemos hacer noche en el Refugio...
- ¿Habrá sitio?... Espera, que llamo (...) Pues ya está, reservado para esta noche dos personas....

Y así fue como los planes de ir a San Isidro cambiaron por los de ir Gredos y los de dormir en La Felechosa, con el ambientillo après ski, por el del Refugio de la Laguna Grande, donde el ambiente es... digamos dispar.

Llegamos a la plataforma sobre las 12 de la mañana. Como digo, no madrugamos demasiado. Nos pusimos los esquís viendo que el día, aunque había alguna nube, parecía bueno.

La calidad de la nieve no era la de hacía dos semanas, pero bueno, teniendo en cuenta las alturas a las que estamos, que haya nieve ya es un triunfo.

Foqueamos hacia el Morezón por la subida normal, y a la altura de Navasomera nos alcanzó una niebla que ya no nos dejaría ver más. La última pala la hicimos prácticamente a ciegas.

La idea era bajar por la cuerda del Morezón hacia Barrerones, hasta que vieramos una bajada con buena pinta... como no podía ser de otra forma, Andrés la vio clara mucho antes que yo, que llegué prácticamente hasta el camino de la Laguna.

No era muy tarde, pero ya había ganas de llegar al refugio,

cambiarse de ropa, y tomar un par de cervecitas al lado de la estufa.


Había bastante gente, y, como digo, de toda clase. La tarde estuvo entretenida.
Después de cenar y tomar un café, no quedaba mucho más que hacer, así que prontito al saco.

A la mañana siguiente, tras desayunar (muy flojo el desayuno del Refugio, la verdad) nos pusimos en marcha. No teníamos muy claro qué nos dejaría hacer el tiempo, así que de momento, nos pusimos los esquís y emprendimos el regreso por el camino normal.

Al llegar a Barrerones, el día parecía despejado, así que cogimos la cuerda, de nuevo hasta el Morezón, y, desde allí, quitamos las focas y bajamos pasando por el Refugio del Rey, hacia Prado Puerto, donde tuvimos que ponernos otra vez las pieles.

Al final de la ruta, casi llegando a la calzada, ya no había continuidad y tuvimos que echarnos los esquís a la espalda.

En la plataforma, cambiándonos y recogiendo el material, se puso la tarde muy fea, así que nos alegramos de estar ya en la furgo.

Ya sólo quedaba el clásico montadito en La Bodeguita para reponer fuerzas. Esta vez, con una ración de oreja... No, si, claro....

Aunque aún quedaba un día de fiesta (día de la Comunidad), decidimos volver a Salamanca y aprovechar el día extra para pasar la tarde-noche de terraceo.