martes, 22 de mayo de 2018

20 MAYO. CROSS TRESVALLES (AMPLIADO)



El finde ha sido tranquilo. Me tocó trabajar el sábado y eso ya condiciona todo el fin de semana.  
Tras una comida familiar y el consiguiente trote vespertino para intentar compensar el exceso, por la noche decidí quedarme en casa e intentar estar lo más descansada posible el domingo… o al menos libre de la tan molesta resaca.
El domingo volvemos a ponernos las zapatillas, las de correr por la montaña, que molan, y nos vamos a hacer una de las “clásicas”: subida a la Peña de Francia, bajada por las zetas hacia Monsagro y subida por Cortafuegos hasta los “Tres pinos” y vuelta al punto de partida.

La idea estaba clara… lo que no estaba tan claro era el cielo, que se ponía negro por momentos e incluso algún rugido también nos regaló mientras subíamos…
La predicción era de tormentas en toda España, pero el que quiere entrenar, tiene que arriesgarse… y la que no tiene que entrenar, pero le apetece, pues también.
Total, que sobre las 11.00 de la mañana nos pusimos en marcha. Salimos desde La Alberca, sin querer hablar de la que teníamos encima, porque a veces es mejor no sacar el tema, no sea que alguien tenga un poco de sentido común y se le ocurra sugerir un aborto de la misión…. Es decir, mejor lo pensamos, pero no lo decimos…

Una vez alcanzada la Peña de Francia, previo paso por la iglesia, por supuesto, comenzamos la bajada hacia el Paso de los Lobos, donde en mi cabeza estaba el punto clave para seguir o tirar directamente hacia los Tres Pinos y bajar por la pista hasta el coche.

Como la casualidad quiso que justo en ese momento el cielo estuviera dando una tregua, seguimos los dos la ruta marcada, como digo, sin querer sacar el tema de la meteorología. Como ves, sacar el tema del tiempo no siempre es un recurso válido.
La bajada, como siempre, preciosa, al igual que la zona que va junto al río. Salvo una tala de pinos que no recordaba de la última vez y que desde luego afea mucho el recorrido. Es justo al lado del puente desde el que comienza la pista que sube sin piedad hasta que alcanzar el cortafuegos, que casi hasta se agradece con tal de dejar la horrible parte de pista interminable.

Mientras subíamos por el cortafuegos cayeron unas gotas, pero ya casi estábamos arriba, así que ya podíamos empezar a hablar del tiempo y de la suerte que, en el fondo, habíamos tenido.
 

La pequeña senda que une la parte alta del cortafuegos con el inicio de la última pista, es, junto con la parte que discurre junto al río, la que más me gusta de esta ruta.
Y además, la última parte, aunque larga, es muy rápida, así que siempre tengo la impresión de llegar al coche antes de lo esperado.
 
Una vez en el coche, nos cambiamos rápidamente y nos fuimos a recuperarnos un poco con una cervecita en el bar de confianza. Las buenas costumbres no hay que perderlas nunca.
 

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