viernes, 13 de enero de 2017

NAVIDAD. SIERRA NEVADA

Tras unos días muuuy duros entre compromisos, eventos, hospitales, visitas varias, etc., etc., por fin llegó lo bueno: ESCAPADA (este año con un extra en el significado de la palabra)
YUJJUUUU!!!!

Tras varias alternativas, una serie de circunstancias nos llevaron hasta Sierra Nevada. No pudimos salir antes, así que el día 29, después de la enésima comida de confraternidad, montamos en la furgo, y carretera...

Hicimos, como hace un par de años, el viaje en dos partes, parando a dormir en Baños de la Encina, ya en la provincia de Jaén. Es un pueblo muy bonito, entre olivos y con un gran castillo, pero en realidad lo que nos hizo parar ahí es la cercanía a nuestro destino: en menos de dos horas estaríamos con los esquís puestos.

Una vez en Sierra Nevada, nuestra idea era aparcar en uno de los parkings que hay en la zona más baja de la estación, pero estaba completo, por lo que probamos suerte en el parking del albergue juvenil. Está situado a más de 2000 metros, y tiene un acceso a pistas, así que fue una suerte y un acierto encontrar sitio allí.

En pocos minutos estás metido en pistas, además, tener tan cerca las instalaciones del albergue es un chollo: teníamos posibilidad de desayunar o cenar allí, duchas, servicios... ¡y hasta nos llegaba el wifi a la furgo!, ¿qué más podíamos pedir?.


Como primer día que era, hicimos una sola subida "de reconocimiento" hasta una zona media de la estación. No había tanta nieve como otras temporadas, pero desde luego más que suficiente.



La primera bajada, como siempre con mucho miedo, y paramos a tomar café en la zona de Borreguiles.
Desde allí, llamamos a Carlitos y Juancar, dos amigos que estaban ya de camino y que venían a hacer un "combo" findeaño+esquí con nosotros.

Tras tomar un café con unos polvorones que me había sobrado de mi "cesta de Navidad Fit", regresamos esquiando hasta la furgo.


Era hora de bajar a Pradollano y llevar a cabo una labor de revisión de los cambios sufridos por los bares en estos dos últimos años.
El camino era largo, nos llevó en torno a 40 minutos, pero como aún hacía sol, era un paseo que incluso se agradecía. Eso sí, la subida, la haríamos en un bus que, por 2 euros, nos dejaba junto al albergue.


Todo en la zona de fiesta parecía en orden: las cañas seguían yendo acompañadas por su correspondiente tapa, los precios eran semejantes, y el ambiente seguía siendo muy animado.


Este es un tipo de información que siempre hay que recopilar el primer día, por si acaso hay que hacer un cambio de planes...

Esa noche cenamos en la furgo, vimos una peli y a dormir.

A la mañana siguiente, ya día 31, cuando estábamos desayunando, aparecieron Carlitos y Juancar, que había madrugado y estaban a puntao para la "faena". Tomamos un café juntos, hablamos sobre horas de reencuentro y demás y ellos se fueron a sacar el forfait.
Nosotros ese día subimos juntos hasta una cota de unos 3100 m., donde nos separamos, y Andrés subió hasta la misma cima del Veleta, Yo, que soy más jijas, y sobre todo más miedosa, bajé hacia Borreguiles, hice una pequeña subida más, y, con una paliza buena, regresé a la furgo.




Teníamos que partir hacia Granada en torno a las 16.00, porque habíamos encargado la cena de Nochevieja en un sitio de catering, y cerraba pronto.

La idea era llegar a casa, ducharnos y salir de cañas hasta la hora de cenar. Parece una ciudad propicia para ello, ¿verdad?. Pues no.
Resulta que lo normal en Granada es cerrar todos los bares a media tarde y ya no abrir hasta el día siguiente. O eso al menos es lo que nos encontramos, y lo que nos comentaron los camareros de los pocos bares que vimos abiertos y que iban cerrando a nuestro paso...


Después de exprimir todos los cartuchos hasta que literalmente nos echaron de todos los locales, regresamos a casa para prepararnos la cena y las copas.

A la mañana siguiente, muy descansados y sin pizca de resaca, aprovechamos la frescura para hacer turismo.

Visitamos los típicos lugares granadinos y también "trabajamos" las terrazas que nos encontramos a nuestro paso.

Buscamos algún concierto o evento culturilla al que ir, pero al ser un día "de resaca" no encontramos ninguno, aunque sí algún bar chulo donde tomar un cerveza/copa/vino.


El día 2, Andrés y yo volvimos a hacer travesía. Recorrimos otra zona, llegando hasta la gran antena que se alza en lo alto de la estación.


La idea era foquear fuera de pistas para enlazar con otra zona, pero la nieve no daba mucha confianza, así que bajamos tranquilamente hasta Puerto Llano para ver si me podían reparar una bota de la que se me había roto un enganche.
Aprovechamos para tomar una cerveza, y Juancar se unió a nosotros. En esa cerveza fue donde decidimos que los dos siguientes días, haríamos esquí de pista. Juancar y yo compartiríamos un monitor para ganar confianza.

Muchas de las grandes ideas surgen a partir de esto.

A Andrés y a mí aún nos quedaba un buen "calentón" hasta llegar a la furgo. Lo justo para hacer hambre y sed para bajar a los bares de la estación después de cambiarnos.

Llegamos los cuatro un poco pronto a la zona de cañas, y no había mucha gente, pero aún así, pasamos un rato de cañas y tapeo.

El tener que conducir hasta Granada, hizo que Carlitos y Juancar nos abandonaran antes. Nosotros seguimos un buen rato más y ya de paso, cenamos con tanta tapa (y tanta caña, claro).


A la mañana siguiente, día 3, tocaba forfait, así que había que darse un poco más de prisa en el desayuno. Hicimos los cuatro juntos un par de bajadas, y luego Carlitos y Andrés se fueron a zonas más  complicadas. Juancar y yo teníamos contratado monitor durante dos horas, así que la mañana se pasó volando. Da gusto esquiar junto a alguien que sabe enseñar.

A mediodía, quedamos los cuatro para tomar una cerveza y así, Andrés se apuntaba justo en el momento en que abrían inscripciones, a la carrera de "Tres valles".

Terminamos la jornada de esquí con bastantes buenas sensaciones.
Esta noche, que era la última para "los Carlos", no iban a dormir a Granada, si no que se quedarían en el albergue, así se ahorraban el engorro del viaje de vuelta y podríamos alargar el rato de cañeteo sin prisa.

Nos duchamos rápidamente y bajamos hacia Pradollano para comprobar cómo algunos de los bares donde habíamos estado el día anterior, habían decidido subir el precio de sus consumiciones de un día para otro (Bar Esquí, no ir).
Evidentemente, eso no impidió que siguiéramos con nuestro plan de tupirnos a cañas...

Tras un rato de alterne, subimos de nuevo al albergue para cenar y, poco después, a dormir.

Ya estamos en el día 4 de enero, último día para los Carlos.
Carlitos se había hecho daño en un hombro el día anterior, así que no sacó forfait, y Juancar, se lanzó a bajar rojas durante las dos horas que tenía antes de regresar a Salamanca. Yo hice unas compras y unas prudentes bajadas durante todo el día, y no más tarde de las 15.00 regresé a la furgo a esperar a Andrés.
Gafas nuevas



Cogimos el forfait turístico de bajada a Pradollano para las habituales cañitas vespertinas, esta vez, innovando en los locales. ¡A lo loco!

Y el último día, para dar por finalizada la escapada en Sierra Nevada, volvimos a la travesía y subimos, por una pista llamada Águila hasta unos 3000 metros, aproximadamente.


Otro buen calentón, la verdad. Pero es a lo que habíamos ido...


Una última cerveza en la estación y a la ducha.

Costaba un poco dejar un sitio tan idóneo, pero era hora de un cambio de aires.

Paramos en Granada para comer algo y tomar un café. Hicimos una visita fugaz a alguna tienda y proseguimos hacia Jaén para hacer noche allí. Como no podía ser de otra forma, la música de Supersubmarina sonó todo el viaje.

En Jaén visitamos todas las tascas que pudimos (¡ojo!, en todas ponen Cruzcampo). Nos tocó esperar, porque abre a partir de las 20:00, pero luego costaba pedir de la cantidad de gente que se agolpaba en la barra.
Muy buen ambiente.

Al día siguiente, vuelta a Salamanca, matanza y asuntos familiares varios.

Mal inicio de vacaciones, pero no se puede decir que hayan acabado mal.

Ya quiero otras... y, en su defecto, blancos y frescos fines de semana que se me hagan muuuuuy largos...





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