jueves, 28 de julio de 2016

ZUMAIA. Una carrera para olvidar

Madre mía... cada vez me da más pereza actualizar el blog... No sé qué pasará con esto...
Y si encima es para contar "penas", más aún.
Bueno, un repaso rapidito, que tampoco es bueno marear mucho la perdiz:
Después del subidón (SUPERSUBIDÓN) de Riaza, quedaba un mes para la siguiente (y última) carrera a la que estábamos apuntados.
En ese mes, la primera semana no hice nada por cansancio, la segunda me fui de Erasmus a Chipre, y la tercera y cuarta intenté salir a correr aún a riesgo de morir por golpe de calor en el intento.

La estrategia de madrugar mucho e ir antes del trabajo "con la fresca" sólo me permitía hacer rodajes cortos y, la verdad, de mala calidad.
Encima, los fines de semana se complicaron y tampoco pude ir a la montaña como me hubiera gustado...total: ya me olía yo que estoy iba a ser un desastre.

Pero lo peor, peor, peor de todo fue sin duda que NO ME APETECÍA hacer una carrera. No tenía ganas, quería salir a tomarme cañas en una terraza, con un vestido fresquito y unas sandalias, y no me apetecía nada de nada plantarme las zapatillas y la gorra y salir a correr....
Con esas, fuimos a la cita. Era campeonato de clubes, (porque ya todos sabemos que #molaseravientu).
La noche antes, revuelta, sabiendo que no iba a ir bien. Hasta soñé con la carrera...
Un rollo.

Pues resulta que dan la salida, y me veo bien, voy a buen ritmillo, y los primeros km se me pasan volando.
Por un momento hasta pensé que a lo mejor, después de todo, la cosa iba a salir bien...

En el ambiente de la carrera, hay algo que no me gusta, y es que me doy cuenta de que nadie habla. Parece más una carrera de asfalto que de montaña. Todo es un poco raro.

Sigo a lo mío. El recorrido no es escesivamente duro, pero hay que hacerlo, y no dejan de ser 42 km. Hay que ir sin prisa pero sin pausa, hay que hacerlos todos...


Después de pasar lo más duro, en torno al km 23, durante una bajada (como no), me echo a un lado en la senda para dejar pasar a un chico que venía muy lanzado, y al hacer el "salto lateral" ¡¡¡CRACK!!! oigo y siento cómo la rodilla sale de su sitio.
La sensación, no por conocida, deja de ser horrorosa. Ya sé lo que toca.  Sin embargo, y consciente de que si fuera otro tipo de carrera abandonaría en el siguiente avituallamiento, me digo que, sea como sea, tengo que terminar. Ahora mi objetivo no era otro que el de no hacerme más daño y de que no me pillaran los tiempos de corte.

Cambia mi carrera completamente, y, a partir de ese momento, lo único que recuerdo son corredores y corredoras pasándome sin parar.
Caminé muchísimo, y, cuando pude, y el terreno era medio regular, intenté trotar.
Fue muy duro ir contando cada km e intentar convencerme a mí misma de que debía seguir. En el equipo sólo éramos 4 chicas, lo que significaba que si una no llegaba a meta, no puntuaríamos.
Y eso hice: LLEGAR.
Llegar con mayúsculas.

Casi me dio hasta un poco de vergüenza entrar en meta tan tarde.
Pero llegué.

En un primer momento pensamos que podríamos quedar las terceras clasificadas, pero al final no pudo ser... se intentó.
Y nos fuimos a comer con el equipo, a echarnos unas risas y a convivir, que en definitiva la montaña también es eso: compartir, charlar, reir, disfrutar...

Evidentemente lo malo no está en la carrera, que fue un desastre, pero quedó hecha, lo malo era pensar en lo que viene después.
Pero como eso son cosas que no se pueden ni controlar ni remediar, la sonrisa no me faltó durante el resto del día.



... ¿y después?...

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