martes, 25 de agosto de 2015

TOUR DE MONT BLANC A LA CARRERA. Etapa 3: Courmayeur-Arpette

Tras haber estudiado el día anterior la ruta para hoy, decidimos gastar el "bonus" que nos habíamos ganado el primer día por subir hasta el Col de Tritcot a lo tonto, y cogimos un autobús que nos iba a evitar un paseo de muchisimos km por pista y carretera, y nos pusimos en poco más de 20 minutos en La Vachey, justo donde empieza la ruta propiamente en montaña propiamente dicha.

En poco más de media hora, alcanzamos el Refugio Elena, que, como nos pilla tan temprano, tan sólo paramos a fotografiar
y continuamos por una gran pendiente hasta El Gran Col Ferret, paso-frontera natural a Suiza.


Tras el col nos esperaba una cómoda senda de bajada, por donde nos encontramos varios grupos de ciclistas subiendo como titanes. Pasamos por el refugio la Peule, muy turístico, donde paramos a hacer un avituallamiento rápido y proseguir hacia La Fouly, donde hicimos una parada un poco más larga tras comprar víveres en el supermercado que presidía el pueblo.

Lo que nos esperaba a continuación creo que lo recuerdo como el tramo más duro, y no por la crudeza del terreno, al contrario, sino por la pesadez de km tras km por una senda prácticamente igual, que provocaba tan aburrimiento que parecía que las horas no pasaban.
Aunque de vez en cuando se abría el paisaje y dejaba ver paisajes como este:


Pero, aunque podías distraerte un poco con las esculturas que algún artista local había tallado en los troncos de los árboles, he de reconocer que a punto estuve de darme a la bebida:


Pese a ello, y sin parar más que para tomar un ibuprofeno que me hacía soñar con que los cuádriceps me dieran una tregua, llegamos a Champex, un precioso pueblo a la orilla del lago del mismo nombre, donde hubo que hacer verdaderos esfuerzos por no quedarse a vivir. 

En realidad ya sólo quedaba apenas una hora hasta llegar al refugio que la noche antes, aprovechando el wifi de la biblioteca de Courmayeur, habíamos reservado. De hecho, hartos de la inseguridad de no tener dónde dormir, dejamos ya reservados los dos alojamientos que nos quedaban, cerrándonos mucho a la improvisación, pero asegurándonos no pasar algún que otro mal rato por ahí.

 El caso es que Relais de L'Arpette era un lugar idílico, pero de los de verdad, de los que normalmente pasas al lado pero nunca paras porque crees que son sitios demasiado bonitos como para que te los puedas permitir. El Tour tiene estas cosas.




Allí trabajaba una chica española que fue muy amable con nosotros, y nos puso para la cena con otras dos parejas también españolas, con los que compartimos una deliciosa y suculenta Foundie.

Esa noche sólo se oia hablar del collado que nos esperaba la mañana siguiente: Col de Fenetre. Y con esas nos fuimos a descansar.

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