viernes, 20 de agosto de 2010

MENORCA EN KAYAK. Días 4 y 5. CALA FUSTAN Y STO. TOMÁS

Amanecimos muy pronto porque estabamos acampados lo suficientemente cerca de la civilización como para que la gente empezara a pasar al lado de nuestra tienda en sus paseos matutinos, así que a las 8 estabamos ya desayunando en un chiringuito. Compramos lo necesario para los siguientes días y emprendimos la marcha.
Los días de paleo empezaban a pasar factura, y durante la primera hora un dolor intensísimo en el hombro izquierdo hacía que tuviera que relajar cada poco los brazos. Menos mal que, en cuanto los músculos se calentaban, el dolor remitía.

Paramos en Cala Turqueta, donde Andrés se cameló a un paisano (que había pescado una langosta de 3.200 kg y cometió la imprudencia de enseñársela...) invitó a una cervecita a Andrés, mientras yo esperaba en la playa...









Un poco más adelante, en Cala Galdana, pudimos tomar el aperitivo de antes de comer, y el cafetito de de después.
Siesta:
Estaba hasta atrás de gente, pero sigue siendo una cala preciosa.

Y seguimos nuestro camino con una mar ya mucho más brava que los días anteriores. Cada vez costaba más remar, y el vaivén del barco llegaba a marear un poco, pero se hacía muy entretenido:


Por fín llegamos a Cala Fustán, una auténtica maravilla de la naturaleza, sin acceso por tierra y donde tan sólo había dos familias que habían ido a pasar allí la noche con sus hijos, y que debido a la simpatía de Andrés, también decidieron invitarnos a una cañita fresquita...


Esa noche estuvimos a punto de dormir fuera de la tienda, pero menos mal que al final decidimos meternos, porque hubo tormenta.
El mensaje de la empresa nos prohibía pasar al día siguiente por los arenales de Son Bou, por lo que debíamos quedarnos en Santo Tomás, a unos 5 km de donde estábamos, así que decidimos que iriamos a visitar Ciutdadela y ya de paso hacer unas compras.
Es por eso que el quinto día, sobre las 10.30 de la mañana ya habíamos aparcado las piraguas bajo la vigilancia de un amabilísimo socorrista y nos vestimos de personas, dejando de lado el hippismo en el que estábamos inmersos.
Pasamos el día en Ciutdadela de turismo y compras y a la vuelta, volvimos al chiringuito de Chema y nos tomamos muchas, muchas cañas. Qué majo Chema, que  nos invitó a otras tantas y alguna ración. Un gusto.
Dormimos en plena playa, sin montar la tienda.

Un día de relax.

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