miércoles, 21 de febrero de 2018

337 DÍAS DESPUÉS, EN EL MISMO SITIO.

Ha pasado casi un año desde mi última entrada.
Ahora me doy cuenta de que me despedía tal y como saludo de nuevo: en la montaña y con los esquís puestos.
No es mala señal.
Podría decir que ha sido una etapa dura, pero no sería cierto.
Dos operaciones en tres meses no es lo más divertido del mundo, pero, sinceramente, estoy muy contenta de cómo va todo.
La rodilla me permite volver a correr, he probado con la montaña y no he notado mayores problemas. El esquí es como si no lo hubiera dejado (sigo siendo igual de paquete), y lo único que aún me queda por probar es correr en la montaña. Me preocupan un poco los impactos en las bajadas, pero eso ya nos preocuparemos cuando toque.
La conclusión que he sacado es que la intervención (ligamento cruzado) no era para tanto y la recuperación, con un poco de paciencia y buen humor, se lleva mejor de lo esperado.

En mi cabeza planeaba la sombra de una convalecencia lenta y aburrida en la que no podría hacer nada más que estar en casa como una tullida, pero no es así. En cuanto pasan un par de meses, puedes empezar a hacer un poquito de bici en casa, y caminar prácticamente desde el primer día, así que sólo hay que replantearse un poco el día a día, y esperar tranquilamente a que el tiempo vaya pasando y el nuevo ligamento vaya acomodándose al lugar en el que va a tener que empezar a funcionar, si Dios quiere, para siempre.
Además, he aprovechado mucho la vida en la cuidad, el contacto con amigos, los planes más urbanitas....

De la otra operación mejor no hablar porque es un rollo.

Total, que en la medida de lo posible, he seguido viajando, haciendo escapadillas de fin de semana y, como decía al principio, para cuanto volvió a nevar, ya estaba preparada para calzarme los esquís.

Ora cosa es lo de actualizar el blog: he perdido tanto el hilo que, para no agobiarme, empezaré, como de costumbre, a contar las cosillas del finde durante la semana siguiente. Si en algún momento me veo con ganas de hacer memoria, quizás vaya redactando lo sucedido durante estos últimos  11 meses, pero, a día de hoy, inauguro una nueva etapa, contando:

FINDE 17-18 DE FEBRERO: FURGONEANDO EN LA COVATILLA

Sábado a medio día, porque no se podía antes, nos montamos en la furgo y nos dirigimos a la Covatilla, donde habíamos quedado con Sergio para pasar un par de días por la Sierra de Béjar. Llegamos sobre las 15.00 y, aunque había una niebla que impedía ver a tres metros, decidimos ir progresando sin separarnos mucho de las pistas (siempre con la valla a la vista) hasta la parte más alta de la estación.


 Una vez arriba, hicimos una bajada disfrutona, con poca gente y sin nada de visibilidad, lo que, en ocasiones, hacía que casi perdiera el equilibrio. Es una sensación como de mareo...


Llegamos a la zona que llamamos de "la antena" que es donde normalmente solemos volver a  poner las focas para iniciar de nuevo la subida. Poco después de haber empezado la segunda ascensión, cerraron las pistas, así que ya sólo estábamos los tres penitentes, tirando para arriba como podíamos y yo, personalmente, procurando no perder de vista a Andrés y a Sergio.



Lo bueno de la niebla es que no eres consciente de lo que queda hasta llegar arriba, así que una vez hicimos cumbre (hasta que no estuve arriba no me di cuenta de que ya habíamos llegado),  y a "pista cerrada" bajamos tranquilamente, disfrutando de la soledad y del impresionante silencio que nos regalaba esta tarde de sábado.


Pese a que pudiera parecer que la niebla había estropeado nuestros planes, he de decir que me había parecido hasta más divertido y bajamos muy satisfechos y con la sensación de haber disfrutado (de otra manera) las dos bajaditas que nos había dado tiempo.

Tras cambiarnos, bajamos a tomar un par de cervezas a Béjar, donde había amigos con los que estuvimos charlando un ratito antes de subir a Candelario para cenar y dormir.

El domingo, nos levantamos pronto para no tener problemas para aparcar en la estación. Desayunamos allí y sobre las 9.30, con un día espectacularmente claro y espectacularmente frío, ya estábamos subiendo con dirección a la cuerda, y, una vez allí, ver en qué estado se encontraba la nieve y decidir si regresábamos hacia la estación o bien si continuábamos hacia la zona del Calvitero.


Finalmente decidimos tirar hacia el Calvitero. Aunque hacía mucho frío y sobre todo mucho viento, el día estaba despejado y precioso, por cierto, y la nieve estaba perfectamente. Andrés bajó hacia la hoya del Hornillo, y, mientras, Sergio y yo seguimos hacia el Calvitero.


Tars hacer una fotos y quitábamos las focas, Andrés nos alcanzó de nuevo, y reemprendimos la vuelta los tres juntos, aunque yo tardé poco en volver a ponerme las pieles, que voy más cómoda


Y ya hice toda la cuerda hasta la estación con ellas puestas.


El viento en algún momento traía rachas que llegaban a desequlibrarme, pero por lo demás, la vuelta fue tranquila, aunque a buen ritmo.

Una vez en la estación, pudimos disfrutar, una vez más de las pistas para nosotros solos. Parece que por peligro de rachas de viento, habían parado el funcionamiento del telesilla, así que yo, siguiendo a Sergio y Andrés, bajamos de lado a lado aprovechando el ancho de las pistas a tope. Cierto es que había mucho hielo, y que agradecí el pupilaje de Sergio, porque en algunos puntos la cosa se ponía reguleras.
Andrés bajó una vez más hacia otra Hoya que la verdad es que no sé el nombre y Sergio y yo le esperamos en la furgo preparando algo de comida.

¿qué? ¿a que parece que no ha cambiado apenas nada??
¡Pues eso es bueno!, ¿o no?




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